Los bekoa comparten rasgos con los enanos: son bajos, fuertes y les gusta morar bajo tierra, pero sólo a un necio se le ocurriría confundirlos con ellos. Los bekoa están recubiertos por una gruesa capa de pelo duro como el hierro, de la que sobresalen sus enormes orejotas, narices largas como berenjenas o cuchillos, y el brillo obsceno de dos ojillos negros que denotan maldad. Lo peor son sus bocas, fétidas como el hijo de una pocilga con una cloaca criado en un vertedero por la misma fetidez, pues son desproporcionadamente grandes y rematan un conjunto absolutamente atroz, especialmente cuando sonríen. Sus dientes, que gozan de una amplia gama de desagradables colores, son como toscas puntas de flecha.
Los bekoak son mudos, ven en la oscuridad hasta una distancia cercana y pueden hablar entre ellos a grandes distancias en un lenguaje imposible de escuchar para la mayoría de los personajes.
(Más información en el Codex Prodigium)