Kit, sobre una columna rota, miraba a la multitud que le rodeaba: inseguros, enfadados, temerosos. Sentía sus corazones como pequeñas hogueras, faltas de energía para calentar su mundo, rendidas al maltrato de un tirano que las ahogaba desde su palacio de marfil. Los ojos de Kit se encendieron con el fuego que rugía en su interior, su piel se quebró allí donde el fuego era demasiado intenso para contenerlo, y este fuego fluyó desde ella hacia aquellas pequeñas hogueras, exaltándolas.
—¡Gentes de Iliyarid! —y su voz sonó como un incendio— ¡El día de la revolución ha llegado!
Las miradas a su alrededor se encendieron, un grito siguió al siguiente, un puño se alzó al cielo con un torrente de fuego que nacía de un centenar de gargantas.
Los almardientes nacen tocados por el Fuego, el poder más antiguo de todos. Son capaces de llamarlo sobre el mundo y en los corazones de las Gentes. Sin embargo, su poder tiene un precio: cada vez que llaman al fuego, este se alimenta de ellos. Los almardientes acumulan quemaduras, escarificaciones y otros rasgos distintivos que los delatan.
(Más información en el Manual de TyG)