Cazar dragones es un asunto delicado, que ha costado la vida a más aventureros y nobles de los que uno pudiera pensar. En este tratado hablamos de la Verdadera Caza, de aquella que se refiere al exterminio del más poderoso de todos los monstruos, el Espanto Alado, la Furia Llameante, la Calamidad: el Dragón Real.
Boceto del maestro Jagoba Lekuona. |
Es importante hacer notar esto porque existe otras especies de dragones, y su caza y exterminio son asuntos muy diferentes. El guiverno vive en las aguas y usa veneno, no fuego. El basilisco es más seguro cazarlo con la ayuda de bestias astutas y ciegas, y los kobolds deben ser azuzados con perros, si bien preparaos para sufrir graves pérdidas. En cambio, para la caza del dragón real, pocas argucias servirán, pues es posible que la bestia sea aún más astuta que vosotros.
Lo primero y principal es localizar su guarida. Es bien sabido que el Dragón Real es capaz de volar, lo que aunado a su aliento llameante, capaz de reducir a un guerrero a cenizas con una sola pasada, hace que enfrentarlo al aire libre sea una tarea inútil. Igualmente, intentar atraerlo a una trampa o emboscada es poco menos que imposible, pues su elevada astucia le prevendrá de cualquier intento semejante. Quizá un cebo lo bastante jugoso, como una inmensa pila de tesoro, podría funcionar. Pero el dragón es paciente, y lo he visto esperar hasta que los cazadores se hartaron y, cuando desmontaron la trampa y comenzaron a trasladar el tesoro de vuelta, decidirse por atacar.
Puede que no hablen, pero no subestiméis su inteligencia.
Como decía, dado que tenderles una trampa es casi imposible y combatir bajo el cielo abierto es sencillamente una locura, la primera tarea del cazador de dragones es localizar su guarida. Un dragón es muy celoso de su tesoro y de su territorio, de manera que si se le enfrenta allí es casi seguro que luchará hasta la muerte. Y dado que sus guaridas son subterráneas, el uso que podrá hacer de su vuelo será limitado.
La segunda tarea del cazador de dragones es neutralizar su aliento llameante. Esta tarea es complicada, pero hay algunos ungüentos alquímicos que servirán para defenderse, al menos en parte, contra tan terrible arma. Si tenéis ocasión, conseguid un mago que os lance un conjuro para protegeros del fuego, aunque esto es difícil y costoso, y todo el mundo sabe que muchos magos de hecho mantienen tratos con estas bestias escamosas. Aseguraos de que aquel en el que confiáis no esté conchabado con vuestra presa.
Estrellas en la túnica significa que es un mago de verdad. Pero esa cara maliciosa no me inspira confianza. (Retrato Glorioso de Jose Carlos «Kha» Domínguez) |
Una vez protegidos contra su arma de aliento, haceos con picas y afiladas espadas. Reunid toda la magia que os pueda ser de utilidad. Haced uso de arcabuces, sin miedo, son grandes aliados contra este monstruo, pues sus escamas que con tanta facilidad desvían el acero tendrán problemas en rechazar la pólvora. Llevad solo gentes valientes y de confianza, da igual si así son menos, pues la visión de un dragón inspira terror y los débiles de corazón huirán sin pensarlo dos veces. Que los conjuradores, si los hay, lancen sus conjuros antes de la batalla, pues es poco probable que durante la misma tengan ocasión de hacerlo, y a ser posible traed con vosotros servidores divinos que puedan escudaros contra la ira del dragón e inclinar la fortuna a vuestro favor.
Sabed que la lucha a la que os enfrentaréis es como ninguna otra que hayáis vivido. La bestia es rápida, es inteligente, es letal y es feroz. No dará su brazo a torcer, sus garras cortarán a través de vuestras armaduras con facilidad, sus mordiscos cercenarán miembros y su cola será como un látigo hecho de acero. Luchad sabiendo que cada golpe puede ser el último, y es probable que lo sea, confiad en vuestros camaradas, no dudéis en la batalla, y sabed que una vez iniciado el combate, no hay retirada posible.